Romance del piscolabis

viernes, 16 de octubre de 2009



Seré nuevo en este cargo;
será ignorancia mía,
pero sigo sin pillar
qué hago yo en esta movida.
El caso es que aquí estamos:
promoviendo la empatía.
Hay muchos profes novatos.
¡Necesitan acogida!
Y me devano los sesos
con múltiples teorías:
¿Gustará a mis compañeros
una feria de Sevilla?
Raudo yo me percaté:
Aunque a mí me gustaría,
sé que a Teresa Morán
no le van las bulerías…
Otro fue mi pensamiento,
fue quizá bachillería:
¿Tal vez sea buena idea
invitarles a torrijas?
Nuevamente fui errado
por la dieta de Cristina,
que por la Gran Madre Diosa,
prohibido me lo tenía.
Pocas eran las opciones
y las ganas de sangría.
Una fiesta de pijama
vino a la mente mía.
Pensando en Julián Chicano
y el peligro que tenía,
olvidéme pronto de esto
por evitar una orgía.
Empezóme a preocupar
qué organizar ese día.
Menos mal que apareció
Elena, de Tecnología.
Me propuso un karaoke
con lo mejor de Sabina.
vio en mi cara la tristeza
ante tal vocal porfía.
Y la pobre, resignada:
“¿Yo que quieres que te diga?”
Cansado y desesperado,
el hastío me invadía.
No quedaba más remedio:
Don Miguel Ángel García.
A éste poco le importaba
qué hiciera con mi osadía:
desde que no está en Rioja
nada empaña su alegría.
Al borde ya del suicidio,
decidí usar mi ouija.
Desde el busto del pasillo,
Don Antonio me decía:
¡Que traiga cada docente
lo mejor de su cocina!
A los que estamos vivitos
nos toca fijar el día.