Fútbol, la base de la felicidad

domingo, 2 de mayo de 2010

Cuento premiado en el concurso literario



Domingo 11/4/2010, me encuentro a las 12 de la madrugada en un bar de mala muerte reflexionando acerca del partido Real Madrid vs F.C. Barcelona. Sentimientos de frustración, impotencia y tal vez un poco de ira son los que me obligan a dar un trago más a mi vaso de alcohol de garrafa. Tan solo una jugada, una simple jugada ha sido la que ha cambiado el rumbo del partido, una internada de Messi y un gol, y ya está, en 3 segundos se ha deshecho todo el trabajo realizado por mi pobre equipo, que diría Don Santiago Bernabeu si levantara la cabeza, que hubiera pasado si Van Der Vaart hubiera marcado el 1-2 acercando un poco más al Madrid en el marcador, no lo sé, lo único que está claro es que con la derrota del Madrid me he quedado sin los ahorros de todo un año... Si, así es, unos ahorros con los que mi mujer había hecho planes de mudarse a una nueva casa, una en la que no tuviéramos que escuchar todas las santas noches a los malditos vecinos del 5º pegando voces, o al perro de la vecina del 3º ladrando cada 10 minutos. El caso es que me pudo la avaricia y la fe ciega, por no mencionar a mi amigo el Culebra, el que me animó a apostarlo todo a favor del Madrid, y claro yo, cegado por el dinero acepté, con la esperanza de poder darle una alegría a mi mujer.

Pero no ha sido así, ¿por qué no ha sido así?, ¿por qué?, buena pregunta, pero como narices se lo explicaré a mi mujer es todavía mejor.

Me termino mi vaso de licor del más barato y me voy hacia casa haciendo “eses” igual que Messi en el campo, tardo más o menos una hora en llegar porque prefiero que me baje un poco el nivel de alcohol en sangre antes de hablar con mi mujer.

No obstante, mi mujer no me dio esa posibilidad, intentando introducir la llave en la cerradura me encuentro con la mirada heladora de mi mujer, la cual tenía preparadas dos maletas y estaba en pijama, lo cual me hacía intuir que no era ella la que se iba a marchar. Por una parte es razonable, era la tercera vez que llegaba tarde a casa y bajo los efectos del alcohol, casualmente las dos veces anteriores también fueron por derrotas del Madrid; la 1ª fue con la derrota ante el Alcorcón que nos costó la eliminación de la copa del rey, y la segunda que fue en la derrota contra el Olympique Lyonnais que también fue un gran mazazo ya que nos eliminaron de la Champions League.

No me dio ni cabida a explicarle lo que pasó, lo cual agradezco porque si le hubiera contado que habíamos perdido los ahorros de un año habría corrido el peligro de sufrir el frío acero de la vara que guarda bajo su almohada. No obstante, tarde o temprano se lo tendría que contar, pero bueno, mañana será otro día dije en ese momento.

Y así fue, me desperté en casa de mi hermano con una resaca de las que hacía mucho tiempo que no vivía, para colmo llegaba dos horas tarde al trabajo, y no me podía permitir tener que escuchar de nuevo el sermón del “Señor Adolfo”, mi jefe y el tío más déspota y creído que puede existir en la faz de la tierra...

Me duché, me puse lo primero que vi, me tomé un café y cogí prestado el coche de mi hermano.

Rumbo al trabajo seguía pensando y dándole vueltas al partido de anoche, ¡cómo pudimos perder!, me repito una y otra vez sin encontrar la solución, pero en una de las veces, me salto un semáforo y me choco contra un mercedes, ¡lo que me faltaba!, además con lo cabreado que estaba me dio un ataque y solté lo primero que se me vino a la cabeza: ¡Mujer tenías que ser!. Pero no era mujer, sino un maromo de metro noventa y que por el tamaño de sus músculos se asemejaba a Arnold Schwarzenegger, el cual encima me arreó dos sopapos que me pusieron en mi sitio.

Dos horas más tarde me presento en mi oficina con un ojo morado y con una multa bajo el brazo, solo era cuestión de tiempo que el “Señor Adolfo” me llamase para tener una pequeño periodo de intercambio de palabras, que era como él llamaba a echar una bronca monumental.

Para mi sorpresa, el “Señor Adolfo” estuvo bastante tranquilo y no me insultó ni una vez, por lo que intuí que algo iba mal, y vaya si iba mal, me dio el finiquito y me despidió.

Todavía anonadado, con dolor en el ojo y con cierto dolor en la cabeza provocado por la resaca me marché de la oficina siguiendo reflexionando acerca de cómo todo esto podía haber pasado en menos de veinticuatro horas, y con este pensamiento me dirigí a la primera administración de lotería a echar el euromillón, cosa que hacia desde hace dos años con la esperanza también de salir de esta cloaca que tengo por barrio.

Hecho esto, me compré un whopper para llevar y lo comí en casa de mi hermano mientras buscaba empleos en internet.

Una semana más tarde, me dirigía a una entrevista de trabajo para optar a un puesto de conductor de la EMT, pero antes pasé por la administración de lotería a comprobar mi décimo, lo cual me dejó electrificado en el sitio... había ganado el primer premio por el cual se me concedían 136 millones de euros, suficientes como para tapar unos cuantos agujeros... Traté de no darle demasiada importancia porque no quería que me diese un infarto, pasé por un estanco y me compré un puro, el más caro que vi, y aunque no fumaba me sentó de muerte. Cogí el primer taxi que encontré y le pedí que me llevara al Santiago Bernabeu. Una vez allí le dejé una generosa propina al taxista, entré en las oficinas y presenté mi candidatura a presidente del club merengue, ni que decir tiene que no fui a mi entrevista para optar al mugriento empleo que la EMT me ofrecía.

Cuatro años después aquí me encuentro, en el palco de honor del Bernabeu viendo como mi equipo de galácticos no se cansa de ganar títulos y de causar furor por todo campo por el que pasa, y ahora es cuando me acuerdo de mi anterior trabajo basura, las repetidas broncas de mi mujer, tener que coger cada día para ir a trabajar un apestoso Renault 19 y tener que escuchar todos los días como mi ex-jefe se mofaba de mí.

Pero amigos, la vida no es sueño, y como tal, todo se esfumó con el sonar del despertador, y por lo tanto esto sería lo que habría pasado si hubiera apostado por el Real Madrid siguiendo el consejo del sabio Culebra. En cambio aposté por el Barcelona y gané sesenta euros, ¡sesenta cochinos euros!, y ahora tengo que ir diariamente a la oficina de Dragados Construcciones a mi maldito cubículo número once para esperar un ascenso que no llega ni llegará, sigo escuchando diariamente los sermones de mi jefe, mi mujer ha incrementado la frecuencia de broncas y ahora me pisa como si de una colilla se tratase diariamente, sigo teniendo mi precioso Renault 19 porque con el dinero de las letras del piso no me da ni para comprarme unos calcetines nuevos y los que llevo ahora tienen un tomate del tamaño de un balón de fútbol.

No obstante sigo viviendo con la esperanza y la ilusión de que el Madrid por lo menos consiga el último título en el que tiene posibilidades, La Liga. Esto es lo único que permite que cada mañana me levante y soporte toda la semana esperando a que llegue el fin de semana para ver a mi equipo, y durante noventa minutos olvidarme de todo y creer que no existe nada más aparte de veintidós jugadores, dos entrenadores y cuarentamil espectadores coreando con fervor el nombre de mi equipo; ¡HALA MADRID!

FIN

Mario La Font. 2º Bachillerato

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